Por Rosa Bertha Simón Sánchez
Hace unos días Ana Lilia me llamó para pedirme que fuera a buscar a su mamá, pues no le contestaba el celular. Sus hijos se quedaron con su madre cuando ella fue asignada al área de pacientes con COVID 19, al sentirse en riesgo decidió separarse de ellos y dejárselos a su madre, quien es una mujer de sesenta años con diabetes.
Ana Lilia estudió enfermería para poder ayudar a su madre a vivir con su enfermedad. Su pasión y dedicación por su profesión son inigualables. Recuerdo que desde niña era muy aplicada y se levantaba muy temprano para hacerle el desayuno a sus hermanos pequeños. Al iniciar la cuarentena tuvo que separarse de sus hijos y vivir cerca del hospital donde trabaja, todos los días les llama para saber si comieron, si se bañaron, si tomaron su leche tibia.
Así como Ana Lilia, muchas mujeres que son cuidadoras, madres y enfermeras, se enfrentan a un estado que no entiende su condición y situación en tiempo de pandemia. Tras el discurso del Presidente de la República Andrés Manuel López Obrador la semana pasada en Texcoco, sobre el rol de las mujeres mexicanas y la tradición de “Cuidadoras”, justificando el desapego de los hombres.
Es importante replantearse la necesidad de una Estrategia Nacional de Cuidados que si bien, en México la provisión de cuidados es insuficiente y no tiene accesibilidad por lo que recae mayoritariamente en mujeres. Se trata de un problema que no ha sido atendido de forma integral y con enfoque de género e intercultural.
Al interior del país, el número de enfermeras que presenta mayores desventajas en prestaciones y salarios dignos son las Oaxaqueñas. El 15% del personal de enfermería que se concentra en la Ciudad de México (CDMX), cuenta con mejores salarios y calidad de vida.
El derecho al cuidado se inscribe bajo el principio de progresividad. Lo que implica que se logre de manera inmediata para así terminar con el techo de cristal al que se enfrentan las mujeres en el Estado.
Aunque las mujeres contamos con redes de sororidad, gracias a nuestras madres, amigas y vecinas, es muy difícil conciliar familia y trabajo cuando interviene el corazón.